La invernación es un ciclo vital
- Azucena LoRi
- 14 oct
- 5 Min. de lectura
¿Y si no estás fallando, sino invernando?
Hay días en los que no puedes con nada, ni con el trabajo, ni con los vínculos, ni contigo. Pero claro que sientes algo: desconexión, como si hubieras quedado fuera de sincronía con la vida. No es tristeza exactamente, ni siquiera es agotamiento. Es otra cosa más profunda, más lenta y, de algún modo, también parece más fría.
Déjame decirte algo, puede que a pesar de todo lo que estás pensando, no estás fallando, sino invernando. Así es, algo parecido a lo que nos enseñaron que hacían los animales, pero más que la rotación de la tierra, son las cosas que pasan en nuestras vidas las que nos piden refugiarnos.
El invierno no solo ocurre afuera
La invernación de la que hablamos es una estación interna que no tiene que ver con el clima, sino con esos periodos en los que la vida se repliega. Se trata de momentos en los que nos sentimos apartados, invisibles e incapaces de avanzar. Puede llegar por una enfermedad, una pérdida, una ruptura o una transición vital, también las cosas que parecen en principio buenas pueden requerir un tiempo para procesarse. El invierno incluso puede deslizarse lentamente, como el desgaste silencioso de una rutina que ya no nos sostiene.
No es una pausa voluntaria, más bien es una transformación silenciosa, y, como toda estación, tiene su razón de ser.
¿Cómo se siente invernar?
Invernar no se parece a una crisis puntual, no puedes marcarla en el calendario, en un horario o en una habitación específica. Es más bien una atmósfera, un cambio de ritmo y una forma distinta de estar en el mundo. Lo puedes notar en cosas como:
Te cuesta mantener el ritmo habitual
Sientes que el mundo sigue sin ti
Tu cuerpo pide descanso, pero tu mente no para, ni parece parar de buscar respuestas
Las emociones se vuelven densas, y pesadas como si estuvieran cubiertas de nieve y no planearan descongelarse pronto.
Lo que antes te entusiasmaba ahora te deja indiferente
Así que habrá que dejar algo en claro, pasar por el invierno en calma no es signo debilidad, es simplemente adaptación.
Y como tal, merece respeto.
La vida no es un verano eterno
Nos han enseñado a estar siempre disponibles, productivos, alegres. A vivir como si la felicidad fuera una línea recta que vemos y seguimos mientras cantamos Somewhere over the Rainbow en todas sus versiones, con una canasta llena de flores que lanzamos al viento. Pero la vida real se parece más a un ciclo de estaciones, y seamos sinceros, no hay un camino recto, así que a través de esas estaciones aprendemos a encontrar refugios, prados y paradas para seguir andando.
Hay veranos de expansión, sí, pero también hay inviernos de repliegue que si nos negamos a reconocer llegarán de pronto, sintiéndose más duros de lo que hubieran sido si nos hubiéramos preparado para él.
Invernar es parte de estar vivo y negarlo es como exigirle a un árbol que florezca el mismo día que ha perdido todas sus hojas.
El invierno también llega en días soleados
Hay quienes descubren su invierno en medio del calor. Cuando todo afuera parece normal, pero algo dentro se ha roto. A veces el cuerpo se detiene antes que la mente. Y vas en medio del que esperabas que fuera el mejor día de tu vida, porque despertaste con el pie derecho y todo va de maravilla, pero algo simplemente no se siente bien. A veces el entorno cambia y nos deja sin suelo, a veces simplemente ya no podemos sostener lo que antes parecía fácil.
No es una caída sin fin de la que no podrás recuperarte, es una transición, que, sí, puede ser sumamente dolorosa, está ahí para transformarse. Alicia se raspó varias veces para entrar al País de las Maravillas y no hay forma de negar que no salió de ahí siendo la misma persona.
¿Qué pasa si lo nombramos?
Nombrar la invernación no la elimina, pero la vuelve habitable más habitable. Y no es nada nuevo, el ser humano lleva dándole nombre al mundo para formar parte de él, eso nos llevó a entender el fuego, el trueno y otros peligros que ahora a lo mucho nos sacan un sustito cuando golpean la tierra.
Nombrar nos permite:
Dejar de exigirnos respuestas inmediatas
Reconocer que el ritmo ha cambiado
Buscar refugio en lo cotidiano
Prepararnos sin culpa para lo que viene
Acompañarnos con ternura, en lugar de con juicio
La invernación no es una enfermedad. Es una estación.
Y como tal, merece lenguaje, compañía y estructura.
¿Cómo saber si estás invernando?
No hay diagnóstico oficial. De hecho, la parte más tediosa de todas es que depende de ti aceptar y decidir si lo estás haciendo o no. Te doy la bienvenida a este complicado primer paso.
Puedes preguntarte:
¿Estoy en una etapa de retirada, más que de crecimiento?
¿Siento que necesito silencio, pausa, abrigo, una taza de té y películas que me hagan sentir en casa?
¿Estoy atravesando una pérdida, una transición o una transformación?
¿Mi cuerpo me pide descanso, aunque mi entorno exige movimiento, éxito, producir, crear, inventar y ganar la copa mundial mientras descubro la cura del cáncer?
Si respondes que sí, no estás fallando. Estás invernando.
¿Y entonces qué hago?
No se trata de “hacer” en el sentido productivo. Se trata de sostenerte, de acompañarte, de permitirte estar en este invierno sin exigirle que se convierta en primavera antes de tiempo. No te pongas un calendario diciendo “Sí, hoy me tomaré un té de lavanda, me cubriré en mantas mientras me hago skincare y escucho música triste, así mañana estaré en calma, reluciente y habré descansado tanto que tendré energía”.
NO
El invierno existe para el invierno, punto final. Es difícil, claro que sí, pero puedes hacerlo, y lo necesitas, por eso tu cuerpo te pide descanso.
Puedes:
Reducir tus exigencias internas
Crear pequeños rituales de cuidado
Buscar compañía que no te pida explicaciones
Escribir, cocinar, caminar, respirar
Recordarte que esto también pasará, pero no tiene que apurarse.
La invernación como acto de resistencia
Aceptar tu invierno es resistir a la cultura del rendimiento. Es decirle al mundo: ahora no. Es permitirte ser humano, cíclico, vulnerable. Es confiar en que, aunque no lo parezca, algo se está gestando bajo la superficie.
Por qué no pensamos un momento en la película de Bambi, todos los animales se refugian y descansan, se permiten eso, nadie va y se burla por necesitar descanso y protección. Es instintivo no pararte frente a una tormenta helada y caminar en ropa ligera hacia el éxito profesional.
El mundo no se acaba porque esperes un momento para poder salir de la cueva.
Porque incluso en la tierra más helada, hay raíces que siguen vivas.
"Invernando": El Arte de Florecer en Tiempos Difíciles
Si estás invernando, puedo sugerirte este curso, “"Invernando": El Arte de florecer en tiempos difíciles” sin promesas de soluciones mágicas, solo un poco compañía, lenguaje, estructura. Te invito a reconocer tu estación, a prepararte para ella y a habitarla con dignidad.
Porque florecer no es evitar el invierno. Es aprender a atravesarlo.
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