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🌱 Volver no es retroceder: florecer con otras hojas

¿Y si florecer no fuera volver a ser quien eras?

Hay momentos en los que sientes que estás saliendo de algo, llámese una etapa difícil, una pérdida, un silencio largo. Empiezas a moverte otra vez, a sentir curiosidad, a mirar hacia afuera. Y algo ha cambiado, no eres la misma persona, ya no piensas igual ni deseas lo mismo.


Y eso no es un problema. De eso se trata florecer.


La salida no es una línea recta

Salir del invierno emocional no se parece a un final feliz. Es más bien un comienzo imperfecto. Es como levantarte de la cama, no todos tenemos la dicha de despertar como en las películas con el cabello perfecto y el rostro maquillaje, de hecho, suele ser al revés, la cabeza hecha un desastre y el rostro hinchado, pero ese no es el punto, porque lo que importa aquí es que te estás poniendo de pie.


El cuerpo se reactiva, pero aún hay cansancio, la mente se aclara, pero aún hay dudas, el entorno parece más brillante, pero tú ya no encajas del mismo modo.


No se trata de volver al punto de partida. Se trata de caminar con otra textura.


¿Qué significa integrar lo vivido?

Integrar no es olvidar ni es superar. Es reconocer que lo que ocurrió forma parte de ti. Que lo que dolió dejó huellas y, por encima de todo, también dejó enseñanzas. Lo que se rompió abrió espacio para algo nuevo.


Integrar es:

  • Nombrar lo que pasó sin vergüenza

  • Reconocer lo que cambió en ti

  • Agradecer lo que te sostuvo

  • Soltar lo que ya no necesitas

  • Prepararte para lo que aún no conoces


Cada brote es una prueba, no una promesa

Cuando algo florece en ti —una idea, un vínculo, una emoción, in interés— no significa que todo está resuelto. Significa que algo sigue vivo. Que algo ha resistido. Que algo está listo para crecer, aunque sea pequeño, frágil, incierto.


Los brotes no garantizan perfección. Pero sí confirman que sigues aquí.


El cuerpo también florece distinto

Después de una invernación, el cuerpo cambia. Se vuelve más sensible, más lento, más sabio. Ya no tolera lo que antes ignoraba. Ya no se adapta a ritmos que lo desgastan. Ya no se calla tan fácil.

Escuchar al cuerpo es parte de la emergencia.


Porque florecer también ocurre en la piel, en la respiración, en el descanso.


La limpieza como ritual de transición

Algunas tradiciones celebran el fin del invierno con rituales de limpieza profunda. Como el Imbolc celta, que marca el paso hacia la primavera. No se trata solo de quitar polvo. Se trata de hacer espacio. De honrar lo vivido. De preparar el terreno para lo nuevo.


Limpiar es:

  • Nombrar lo que dolió

  • Soltar lo que ya no sirve

  • Reconocer lo que aún pesa

  • Agradecer lo que te sostuvo

  • Abrir espacio para lo que viene


¿Cómo saber si estás emergiendo?

No hay una señal única. Pero puedes notar:

  • Que tu energía empieza a regresar

  • Que tu curiosidad se despierta

  • Que tu cuerpo pide movimiento

  • Que tus emociones se aclaran

  • Que tu voz vuelve a sonar con firmeza


No es euforia. Es respiración. Es volver a sentirte habitada.


Volver siendo otro

La cultura nos empuja a “superar” las crisis, a volver rápido y a mostrar que estamos bien. Pero hay otra forma de salir: más lenta, más honesta, más profunda. Volver no es retroceder. Es regresar con otra voz, otra mirada, otra piel.


Y eso no se puede fingir. Solo se puede habitar.


"Invernando": El Arte de Florecer en Tiempos Difíciles

Si estás saliendo de tu invierno emocional, este curso puede acompañarte: "Invernando": El Arte de Florecer en Tiempos Difíciles. No te pedirá que borres lo vivido, te ofrecerá lenguaje, estructura y compañía para integrar lo aprendido y florecer con autenticidad.


Porque no se trata de volver.

Se trata de volver siendo diferente.

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