El liderazgo es servir: la libertad radical es el único camino para convertir empleados en dueños
- Azucena LoRi
- 16 oct
- 3 Min. de lectura
¿Alguna vez te has sentido frustrado porque, a pesar de que tu empresa proclama que “las personas son lo primero”, en la práctica tus colaboradores son tratados como meras “flechas de un carcaj”: todos iguales?
En demasiadas organizaciones, prevalece un modelo de gestión jerárquico y de mando y control: una estructura de “poca libertad” que, aunque rentable y aparentemente más sencilla, genera temor entre muchos directivos ante cualquier alternativa.
Pero ¿qué pasaría si el camino más efectivo hacia el éxito y la innovación no estuviera en el control inflexible, sino en confiar radicalmente en tu equipo?
La nueva fórmula del trabajo parte de una premisa audaz: tú, como líder o emprendedor, debes elegir ser fundador, no empleado. Ser fundador no es una cuestión de propiedad legal, sino de actitud. Significa que, sin importar tu puesto, estableces las bases de cómo viven y trabajan tus equipos, actuando como alguien que se preocupa por los resultados, pero también por el tipo de lugar que es la empresa.
Si asumes que las personas son fundamentalmente buenas, talentosas y dignas de confianza, necesitas vivir esas creencias a través de la cultura organizacional. Esto se logra mediante tres pilares inquebrantables que dan forma a tu estrategia, porque como bien dice el adagio: “La cultura se come a la estrategia en el desayuno”.
1. Misión como vocación
Tu trabajo debe ser algo más que un sueldo: una vocación con una misión importante. Esta misión debe ser un objetivo moral amplio y continuo, que trascienda las cuotas de mercado o los beneficios (como “organizar la información mundial”). Esta ambición confiere sentido al trabajo, un motivador poderoso que atrae y retiene al talento más valioso.
2. Transparencia radical
En un entorno de libertad, la información debe compartirse “abierta por defecto”. Esto implica divulgar guías, planes, objetivos trimestrales (OKR) y resultados con toda la empresa, confiando en que tus colaboradores sabrán manejar esa información con criterio. La transparencia demuestra que confías en ellos, y les permite trabajar con mayor autonomía y eficiencia.
3. Voz del empleado
Los empleados deben tener la posibilidad de opinar sobre cómo se gestiona la empresa. Aunque esto pueda parecer “aterrador” para muchas organizaciones, es la única forma de alinear la cultura con los valores. La expresión de ideas es fundamental para la efectividad empresarial. Dar voz a tu equipo te permite identificar y resolver frustraciones internas, incluso las más pequeñas.
El empoderamiento de la masa
El siguiente paso —y quizá el más desafiante para un liderazgo tradicional— es el empoderamiento de la masa: quitar poder a los directivos y confiar en el personal para llevar las cosas adelante.
La ironía es que el camino más adecuado para una gestión eficiente implica despojarse de las herramientas tradicionales de control. Esto incluye eliminar los símbolos de estatus (como los estacionamientos exclusivos para ejecutivos) para mitigar la tendencia humana a crear jerarquías.
Además, las decisiones críticas —como contrataciones, promociones o despidos— deben ser tomadas por grupos de pares y comités independientes, no de forma unilateral por un solo directivo. Así, las decisiones se basan en datos, no en opiniones personales, y el rol del líder se transforma en el de un facilitador “al servicio del equipo”.
Esta libertad radical no significa anarquía. Significa que, si esperas mucho de tu gente, eso es precisamente lo que recibirás.
Por supuesto, la libertad conlleva riesgos. No todo son arcoíris y unicornios. El error y el fracaso son inevitables, pero también son la prueba de fuego de tu cultura. Si un proyecto ambicioso fracasa, debes recompensar el intento bien concebido y aprender de él. Cuando ocurre un error, el protocolo debe ser: admitirlo, ser transparente, pedir consejo y reparar lo que se rompió. Al perseverar ante el miedo y el fracaso, se moldea el alma de la organización.
La nueva fórmula de liderazgo no es una lista de beneficios superficiales (los toboganes son solo “artefactos” de la cultura), sino una profesión de fe en el talento humano. Si estás dispuesto a conceder más confianza, libertad y autoridad de la que te resulta tranquilizadora, estarás sentando las bases de una cultura donde todos actúan como propietarios.
Si tu equipo opera en un entorno de “poca libertad”, es hora de dar el salto. Comienza hoy mismo a aplicar las Normas de Funcionamiento para Convertirte en Fundador: véte a ti mismo como arquitecto de la cultura y actúa como tal. Elige una pequeña área para experimentar con la transparencia o el empoderamiento, comunica que es una prueba, y observa cómo tu gente te sorprende.
Para profundizar en cómo transformar tu filosofía de liderazgo en sistemas concretos de alto rendimiento: Revisa el curso: Gestión de Talento: Principios y Estrategias. Enfoques innovadores para el desarrollo del talento.
.png)



Comentarios