Tu cuerpo no tiene hambre de ejercicio. Tiene hambre de movimiento.
- Azucena LoRi
- 5 ago
- 3 Min. de lectura
¿Alguna vez has sentido que, aunque hagas ejercicio, algo falta? Que tu cuerpo sigue tenso, cansado o hambriento sin razón aparente. Katy Bowman tiene una respuesta provocadora: tu cuerpo está malnutrido de movimiento, igual que podría estarlo de vitaminas.
Sí, malnutrido, porque moverse no es solo quemar calorías, es alimentar tus células.
Imagina que comes una ensalada todos los días. Es saludable, claro. Pero ¿qué pasaría si solo comieras esa misma ensalada por años? Lo más probable es que tu cuerpo empezaría a fallar. Pues eso mismo ocurre cuando repetimos los mismos ejercicios (las mismas clases dirigidas, la misma caminadora, los mismos estiramientos).
Nuestro cuerpo necesita variedad de cargas mecánicas: agacharse, colgarse, empujar, caminar en superficies irregulares, cargar peso en diferentes posturas. No se trata de entrenar más. Se trata de nutrir mejor, de ofrecerle a tu sistema muscular-esquelético el menú completo de gestos, direcciones y tensiones que espera para mantenerse vivo.
🌾 El movimiento como alimento: ¿cómo lo digiere el cuerpo?
Tus células no tienen boca, pero sí sensores. Cada vez que te mueves, reciben una señal. Una fuerza. Un “nutriente mecánico” que activa procesos de regeneración, adaptación y reparación. A eso se le llama mecanotransducción —la capacidad de traducir movimiento físico en respuestas bioquímicas.
Es decir, cuando caminas descalzo por el césped, cuando te cuelgas de una rama o simplemente te sientas en el suelo en vez de en una silla, le estás hablando a tus células en su lenguaje original. Estás diciendo: “estoy vivo, y quiero seguir moviéndome bien.”
¿Y qué pasa cuando ese lenguaje se empobrece? El cuerpo responde. Se adapta a la escasez. Aparecen tensiones silenciosas, rigideces, dolores difusos o simplemente una sensación de fatiga constante, no porque estés débil, sino porque el entorno moderno ha desconectado al cuerpo de sus fuentes de nutrición mecánica.
🍃 Ejercicio no basta si no hay movimiento en tu vida
Podrías ir al gimnasio tres veces por semana y aun así ser sedentario. ¿Por qué? Porque el ejercicio estructurado, aunque útil, solo cubre una pequeña parte de la mecánica que tu cuerpo necesita.
Lo verdaderamente transformador ocurre fuera del gimnasio:
Al cargar tu bolsa del mercado sin carrito.
Al caminar por terrenos irregulares.
Al barrer, subir escaleras, alcanzar objetos en estantes altos.
Al cambiar de postura con frecuencia mientras trabajas.
Estos gestos cotidianos, muchas veces menospreciados, son cargas vitales que mantienen a tu cuerpo dinámico, adaptable y resiliente. El secreto no está en sumar minutos de entrenamiento, sino en convertir tu vida cotidiana en un paisaje de movimiento.
✨ Reescribe tu biología desde el gesto
Lo más inspirador de esta visión es saber que nunca es tarde para nutrir de nuevo. Que el cuerpo responde, segundo a segundo, a lo que haces con él. Cada paso, cada microajuste de postura, cada respiración consciente suma y está alimentando tu fisiología desde adentro.
Y lo mejor es que no necesitas más tiempo. Solo una nueva mirada:
¿Dónde podrías sentarte en el piso hoy?
¿Qué objeto podrías cargar sin ayuda?
¿Qué parte de tu cuerpo necesita despertar?
📣 ¿Quieres aprender a convertir tu día en una fuente de nutrición mecánica?
Te invito al curso “Mueve tu ADN: La mecánica cotidiana de estar vivo”, donde exploramos cómo transformar tu entorno, tus hábitos y tu forma de habitar el cuerpo. No es una rutina, es una reconexión.
¿Listo para empezar a nutrirte diferente? 🍊💪
.png)



Comentarios